La siguiente narración es un extracto del Poema a Chietla, escrito por el Cura Manuel Aguilar.
de quien se recomienda la obra "Ocio de un Cura de aldea".
En ella se cuenta un pasaje de la historia de nuestro pueblo, es la etapa de la influencia y dominio mexica;
"...Nos contaron las leyendas que el Monarca de esa tribu que moraba entre los lagos,
a sus dioses prometió solemnemente, ofrecer en el teocalli de su dios Huixolopochtli
a su hija, la Princesa en holocausto, por sus triunfos obtenidos, sobre reyes tributarios.
Un cacique del monarca, un soldado con los músculos de acero, de los nobles, de los fuertes, de los bravos guerrilleros, que era fuerte como el tigre, que era noble como el león de los desiertos, que era de alma transparente como el agua del remanso del riachuelo, de ideales candorosos tan sublimes, tan serenos, empuñó calladamente con sus manos de guerrero la macana y la rodela sin que el Rey pudiera verlo, tomó el arco y las saetas venenosas y perdiéndose en la sombra de la noche y el misterio se escondió sigiloso en el tulero.
En la casa palaciega del Monarca, ya no se oye de los cuernos y las conchas el chirrido; los serviles centinelas del palacio ya tambien estan dormidos; allá lejos, en las selvas sólo se oye el graznido de los buhos, muy distinto; el lucero mañanero no ha surcado el infinito.
Silenciosa está la noche, lo congela todo el frio. Sólo allá junto a la alcoba del Monarca la Princesa llora triste su destino...., desesperada, porque espera la mañana, la mañana del terrible sacrificio.
Mientras tanto, por el lado del ocaso, recelosas, por el lago cristalino, las canoas de valientes luchadores, los soldados del Cacique fugitivo, se deslizan por las aguas hasta cerca de los muros palatinos.
Silenciosos con sus armas en las manos por la alcoba de la Reina con sigilo penetraron los valientes, los intrepidos caudillos.
La Princesa que lloraba, la Princesa que bregaba entre gemidos, la Princesa del Monarca del Anáhuac, se incorpora de su lecho estrangulando los suspiros; con hidalga gallardia se presenta ante las sombras de su loco desvarïo:
- ¿Qué quereis, sombras siniestras?, ¿Qué quereis, sueños impios?, ¿Sueño acaso?, ¿Estoy dormida?, ¡Ah, si; ya sé! ...Estoy presta.
-Soy Citláhuac, le contesta el caudillo; soy un jefe de las huestes del Monarca que ha jurado daros muerte en sacrificio.
A salvaros, gran señora, a salvaros de los dioses sanguinarios he venido.
Del palacio del Monarca, vuestro padre, partiremos a las selvas de esta tierra que semejan paraíso; las canoas de mis súbditos vasallos nos esperan: traspasemos los umbrales de la muerte y el martirio;
Formaremos una tribu, todo un reino..., viviremos para siempre nuestro idilio...
Y asiendo la Princesa fuertemente por el brazo al gentilhombre descendieron por los muros palatinos.
Las canoas silenciosas, las canoas misteriosas, en la bruma se han perdido.
Las alondras mañaneras canturrearon, se murieron en la altura de la luna los destellos, los fulgores del oriente eclipsaron de los astros el nocturno parpadeo.
Algo pasa en el palacio,
Las llamadas alarmantes de los cuernos, teponaxtles, chirimías y caracoles, anunciaron a la tribu desconcierto.
¡La Princesa secuestrada...! dicen todos; ¡secuestrada de su lecho...!
¡Han huido la doncella y un Cacique...por los muros , por el lago, en canoas, si, se fueron!
Han pasado largos años; ya dos lustros han pasado, ya Citláhuac es un Monarca. la Princesa secuestrada de los lagos...¡ ha muerto!
Expiró tranquilamente entre los brazos de su esposo; la Princesa, la que fuera compañera del Cacique..
Pero antes de partir haciala tumba, a su esposo, a Citláhuac diole un vástago: Una niña Princesita que heredara con su sangre su reinado.
Y despues de algunos años, ha contado la leyenda el Cacique Patriarca, ha contado la Princesa, han contado los guerreros dela tribu noble aquella:
Que brotaron florecillas y fontanas de aguas frescas, que se irguieron con penachos las gentiles datileras y las frondas primorosas de edeníticas huertas del sepulcro, al contacto del cadaver de la reina.
Han brotado del sepulcro florecillas de zafiro, han brotado florecillas de zafiro en estas tierras.
El Cacique las ha visto, las ha visto la Princesa. Ya los campos se han cubierto de graciosas flores bellas; el azul del firmamento tachono las sementeras.
-Si han nacido de la tumba de mi extinta compañera esas flores de zafiro, del zafiro de los cielos, como herencia; y dijeron adivinos de la tribu, pitonisas y poetas, que era "chía" el vocablo de esas flores misteriosas;
De mi hija, la doncella, mi hija amada, la Princesa:
será "CHIA" el origen de su nombre; que lo tome de las flores de su tierra.
-Si la tierra que en su seno tiene flores, porque guarda los despojos de mi amada compañera,
sabe dar flores de "chía" con que el alma se recrea,
De las flores misteriosas y de mi hija tome el nombre de nobleza:
Ya " CHIETLAN " se llamará mi tierra amada;
Ya " CHIETLAN " se llamará mi descendencia.
Y ya "CHIA" se llamó la Princesita,
Y "CHIETLA" se llamó la tierra aquella.
de quien se recomienda la obra "Ocio de un Cura de aldea".
En ella se cuenta un pasaje de la historia de nuestro pueblo, es la etapa de la influencia y dominio mexica;
"...Nos contaron las leyendas que el Monarca de esa tribu que moraba entre los lagos,
a sus dioses prometió solemnemente, ofrecer en el teocalli de su dios Huixolopochtli
a su hija, la Princesa en holocausto, por sus triunfos obtenidos, sobre reyes tributarios.
Un cacique del monarca, un soldado con los músculos de acero, de los nobles, de los fuertes, de los bravos guerrilleros, que era fuerte como el tigre, que era noble como el león de los desiertos, que era de alma transparente como el agua del remanso del riachuelo, de ideales candorosos tan sublimes, tan serenos, empuñó calladamente con sus manos de guerrero la macana y la rodela sin que el Rey pudiera verlo, tomó el arco y las saetas venenosas y perdiéndose en la sombra de la noche y el misterio se escondió sigiloso en el tulero.
En la casa palaciega del Monarca, ya no se oye de los cuernos y las conchas el chirrido; los serviles centinelas del palacio ya tambien estan dormidos; allá lejos, en las selvas sólo se oye el graznido de los buhos, muy distinto; el lucero mañanero no ha surcado el infinito.
Silenciosa está la noche, lo congela todo el frio. Sólo allá junto a la alcoba del Monarca la Princesa llora triste su destino...., desesperada, porque espera la mañana, la mañana del terrible sacrificio.
Mientras tanto, por el lado del ocaso, recelosas, por el lago cristalino, las canoas de valientes luchadores, los soldados del Cacique fugitivo, se deslizan por las aguas hasta cerca de los muros palatinos.
Silenciosos con sus armas en las manos por la alcoba de la Reina con sigilo penetraron los valientes, los intrepidos caudillos.
La Princesa que lloraba, la Princesa que bregaba entre gemidos, la Princesa del Monarca del Anáhuac, se incorpora de su lecho estrangulando los suspiros; con hidalga gallardia se presenta ante las sombras de su loco desvarïo:
- ¿Qué quereis, sombras siniestras?, ¿Qué quereis, sueños impios?, ¿Sueño acaso?, ¿Estoy dormida?, ¡Ah, si; ya sé! ...Estoy presta.
-Soy Citláhuac, le contesta el caudillo; soy un jefe de las huestes del Monarca que ha jurado daros muerte en sacrificio.
A salvaros, gran señora, a salvaros de los dioses sanguinarios he venido.
Del palacio del Monarca, vuestro padre, partiremos a las selvas de esta tierra que semejan paraíso; las canoas de mis súbditos vasallos nos esperan: traspasemos los umbrales de la muerte y el martirio;
Formaremos una tribu, todo un reino..., viviremos para siempre nuestro idilio...
Y asiendo la Princesa fuertemente por el brazo al gentilhombre descendieron por los muros palatinos.
Las canoas silenciosas, las canoas misteriosas, en la bruma se han perdido.
Las alondras mañaneras canturrearon, se murieron en la altura de la luna los destellos, los fulgores del oriente eclipsaron de los astros el nocturno parpadeo.
Algo pasa en el palacio,
Las llamadas alarmantes de los cuernos, teponaxtles, chirimías y caracoles, anunciaron a la tribu desconcierto.
¡La Princesa secuestrada...! dicen todos; ¡secuestrada de su lecho...!
¡Han huido la doncella y un Cacique...por los muros , por el lago, en canoas, si, se fueron!
Han pasado largos años; ya dos lustros han pasado, ya Citláhuac es un Monarca. la Princesa secuestrada de los lagos...¡ ha muerto!
Expiró tranquilamente entre los brazos de su esposo; la Princesa, la que fuera compañera del Cacique..
Pero antes de partir haciala tumba, a su esposo, a Citláhuac diole un vástago: Una niña Princesita que heredara con su sangre su reinado.
Y despues de algunos años, ha contado la leyenda el Cacique Patriarca, ha contado la Princesa, han contado los guerreros dela tribu noble aquella:
Que brotaron florecillas y fontanas de aguas frescas, que se irguieron con penachos las gentiles datileras y las frondas primorosas de edeníticas huertas del sepulcro, al contacto del cadaver de la reina.
Han brotado del sepulcro florecillas de zafiro, han brotado florecillas de zafiro en estas tierras.
El Cacique las ha visto, las ha visto la Princesa. Ya los campos se han cubierto de graciosas flores bellas; el azul del firmamento tachono las sementeras.
-Si han nacido de la tumba de mi extinta compañera esas flores de zafiro, del zafiro de los cielos, como herencia; y dijeron adivinos de la tribu, pitonisas y poetas, que era "chía" el vocablo de esas flores misteriosas;
De mi hija, la doncella, mi hija amada, la Princesa:
será "CHIA" el origen de su nombre; que lo tome de las flores de su tierra.
-Si la tierra que en su seno tiene flores, porque guarda los despojos de mi amada compañera,
sabe dar flores de "chía" con que el alma se recrea,
De las flores misteriosas y de mi hija tome el nombre de nobleza:
Ya " CHIETLAN " se llamará mi tierra amada;
Ya " CHIETLAN " se llamará mi descendencia.
Y ya "CHIA" se llamó la Princesita,
Y "CHIETLA" se llamó la tierra aquella.